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María Lamas

Arte en Clave Social

Por: María Carolina Baulo

María Lamas define su producción artística a partir de una mirada social que todo lo atraviesa. Así como no puede pensarse fuera de un entramado vital donde todos participamos de experiencias integradoras que nos afectan y rodean sin excepción – aun cuando las maneras de enfrentarlas no sean las mismas-, su obra se perfila como una extensión de esa preocupación con la que la artista plástica la embiste, hablándole al espectador interesado, de rupturas, quiebres y caídas, según sus propias palabras. Es así como su obra se despliega entre pinturas, dibujos, esculturas, maquetas e instalaciones,  poniendo siempre el ojo atento sobre el diálogo que se establece entre la base conceptual comprometida con establecer vínculos con el observador y la materialización de esa raíz ideológica, contando con la figuración –en la mayoría de los casos- como su principal aliada.

 

Algunas series desempeñan un rol más silencioso, son acercamientos de la artista a una lectura autorreferencial donde aparece la figuración humana, el rostro, los primeros planos, casi como una estampa en técnica mixta, de su círculo íntimo, por ejemplo en la serie de los Retratos. Otras series como Palabras Quebradas abordan temas que siguen remitiendo a ese universo personal donde la fuerza radica en lo no dicho, o en su defecto, en lo dicho con imágenes, así como la serie Luz la cual centra su atención en el  entorno de la artista y en una naturaleza crepuscular donde la presencia del agua, la luz de la noche y la paleta variada de los cambios del clima, son el eco de esas miradas internas y esas palabras pintadas.

 

Sin embargo el fuerte de la obra de María Lamas radica en su compromiso con lo social. Sus trabajos son solidarios con un sentir afín a las minorías relegadas. Trabajos como los que componen la serie de las Mantas-Patchwork son herederos de esa preocupación por denunciar el lugar de la exclusión. Aquello que originalmente se piensa para cobijar, dar protección, contener y reconfortar, se exhibe como un trofeo en una pared imposible de abrigar a nadie, anulando su funcionalidad. Lejos de ser los textiles a los cuales emulan, los materiales de descarte -bolsas, cartones, géneros, entre otros- construyen relatos de anhelos, fantasías y sueños de aquellos que viven en las calles. En la misma sintonía se ubican las maquetas de la serie Sueños Vacios, solo que en esta oportunidad la artista hace un guiño al Pop Art. Una vez más el absurdo y la contradicción se hacen presentes en la imposibilidad de los objetos para ejecutar la función para la cual fueron pensados: camas donde nadie descansa, matrices que se rebaten en las paredes como un mal chiste, dejando al descubierto estructuras sin contenido. Otra serie en la misma tónica es Des- Hechos donde María toma la idea de “familia unida” pero no como ideal ni estereotipo sino como grupo social organizado en pro de un bien común. Las obras, pequeños objetos-instalaciones, albergan en las entrañas de los tachos de basura espacios de reunión familiar. Y casi es una obviedad decir que la serie de las Cajas de Consumo le revelan al observador idealización vacía de contenido donde es el consumo el relleno necesario para tapar el frustrante hueco de la insatisfacción permanente. Toda una poética dedicada a mostrar el lado B de un espacio único que nos contiene y que el ser humano, con sus modos muchas veces mezquinos y miserables, se ocupa de convertir de una plataforma de lucha de clases por imponerse y sobrevivir a costa del otro sin registro alguno de su naturaleza afín. A propósito de ello nos hablan también los Dípticos.

 

Mención aparte merece la serie Anverso-Reverso aun cuando transita ese interés visceral de poner en cuestión las desigualdades que la sociedad naturaliza, en este caso lo hace estableciendo el contraste monocromático para liderar el relato. Ya no es la figuración contundente, los textiles, las instalaciones coloridas o materiales descartables reconvertidos en herramientas estéticas quienes establecen el impacto visual sino que aquí el blanco y el negro, las siluetas recortadas sin mayor necesidad que la de definir los contornos que determinan los rasgos característicos de los personajes y sus entornos -habilitando a que sean reconocidos en sus diferencias- son todo lo necesario para sintetizar el concepto de manera contundente. Así los dípticos del Arroz proponen una lectura de esta constante conceptual que lleva al espectador a mirar hacia Oriente donde el arroz actúa como un ejemplo fenomenal que ilustra el famoso dicho que “en todos lados se cuecen habas”: el arroz negro, en las tierras orientales, era cultivado y reservado para consumo exclusivo de la corte imperial por sus propiedades nutritivas, altamente superiores al arroz blanco. Una vez más, la artista plantea las distancias en términos de no registrar la necesidad del otro, el valor del otro, el otro como un espejo de uno.  

 

Más incipiente es el acercamiento de María Lamas a las esculturas con una marcada línea moderna, gravitando entre lo figurativo y lo abstracto y poniendo el acento en los afectos inmediatos, la familia, los abrazos, los besos, el tan anhelado tacto. Son pequeñas estructuras tridimensionales en arcilla que empiezan a recorrer un camino que pareciera volver a aquella mirada de los inicios donde todo empieza por uno, por observar el entorno, por observarnos a nosotros mismos. Quizás porque son obras trabajadas en momentos de mucha introspección cuando la pandemia del Covid-19 modificó todos los planes de la humanidad y nos obligó a reflexionar. Nacen entonces estos trabajos en pequeño formato, económicos en sus recursos, con la belleza de lo simple, despojados del ruido y conectados con un silencio que la artista intenta transitar de manera incesante.

 

La obra de María Lamas crece en su búsqueda por expresar de tantas formas como sienta necesario, esa pulsión por poner en planos equitativos aquellos aspectos sociales que las diferencias de clases llevan hasta el extremo creando los peores escenarios que acostumbramos transitar a diario. Pero también pone en primer plano la pulsión de un ser humano, una artista que piensa y reflexiona imaginando una escenario superador, mejor. Porque es justamente el lugar del arte el que permite poner claro sobre oscuro no para ser más felices por ello pero sí para tomar conciencia y quizás desde allí, como primer paso, elevarnos a un plano más justo, solidario y feliz. 

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Lic. María Carolina Baulo, Noviembre 2020

 

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